miércoles, 4 de agosto de 2010

Agua de mar

El agua de mar casi todo lo cura.

Alivia el calor, la soledad, la varisela, la gripe; incluso cura la melancolía y la felicidad. Sólo la sed el agua de mar no alivia.

Ola tras ola borra las huellas y sobre si mismas las olas giran y se renuevan. De entre todas, el agua de mar es la más abundante.

Al agua de mar vulven las luvias, las noches de estrellas. Sobre el agua de mar nadan las miradas y sobre la arena se levantan las enramadas. El agua de mar guarda en el horizonte la necesidad de pescar.

El agua de mar grita y nos calla cual bocanada de humo que por la piel nos penetra. Somos todos agua de mar. Cansados, huella tras huella dormimos en la hamaca y todas las mañanas al salir el sol ya ha salido el sonido del agua de mar.

Sobre el agua el viento resbala. Nos llena los pulmones de agua salada y los ojos de brisa.

Las palmeras se despeinan. La piel se tatúa el color del sol y los pies caminan al lado de la sombra. Troncos y basura esperan en la arena a que alguien algún día sobre una gaviota se acuerde de sus hijos que todavía no llegan.

El agua de mar raspa, talla piedras preciosas y moja a las mujeres de hombres celosos que las quieren todas.

El agua de mar llega hasta la casa, lejos de la costa, bajo la piel y detrás de las orejas.

Viento y agua esculpen palabras corroidas por la distancia entre el atardecer y el horizonte que nunca termina.